lunes, 29 de julio de 2013

LANZAROTE, LA CARRERA TRANQUILA

Medianoche. Con los primeros segundos del viernes comenzamos a sumar las zancadas rumbo al sur.
Tras despedirme de mis ángeles de la guarda Natalia y Susana, que estarán asistiéndome durante toda la noche, salgo de Órzola bajo una luna clara, brillante y sobre un mar en calma. Una luna que, junto con Fer (me dejó el frontal), iluminarán mi camino. Primera parada: Arrieta. Las sensaciones y la noche son muy buenas, y llegar a cada parada, a cada asistencia supone una alegría.
Natalia y Susana, mis ángeles de la guarda.

Dispongo de asistencia  hasta las siete de la mañana , así que cuadramos las paradas a lo largo del camino de manera que solo tenga que llevar encima un riñonera con dos cacharras y unos pocos geles, a partir de esa hora tendría que cargar mochila con todo lo necesario para afrontar los últimos kilómetros de Lanzarote y los que pueda sumar de Fuerteventura.
A las seis y media, llego a Puerto del Carmen, las chicas duermen en la furgoneta, las despierto y comienza el zafarrancho. Me preparan café, charlamos. Cambio riñonera por mochila, cacharras por camelback, meto muchos geles, crema solar, tape, etc. Nos despedimos y sigo rumbo. Llego a Femés sobre las ocho de la mañana y voy al bar que veo abierto para descansar mientras tomo algo. Último empujón y llego al muelle de Playa Blanca a las diez de la mañana.
A las once sale el barco hacia la isla de Fuertventura, y aprovecho esa hora de espera para poner las patas en remojo en la playa y para estirar un poco. De la travesía en barco, ni me enteré, tan pronto como subí a bordo caí redondo sobre el primer asiento que encontré y no desperté hasta el atraque. Desde que me levanté el jueves para ir a trabajar, no había dormido nada, y en este tipo de experiencia, el cansancio es mala compañía.
Tan dormido como contento, bajo del barco y hago un planning mental de lo que he de hacer ahora. A saber: las piernas siguen conmigo –y en buen estado-, tengo en la mochila lo necesario, he de comprar agua, conectar el GPS y ponerme en marcha. Allá voy Fuerteventura, allí me derrito….fuerte calor.  No me había alejado ni cinco km del muelle y ya había tenido que parar tres veces a comprar líquido para beber y refrescarme. Mucho calor, además el viento me daba en la espalda, por lo que con la mochila puesta no me refrescaba nada de nada, debiendo parar a veces para ponerme de cara.
Si Lanzarote había sido tranquila, Fuerteventura se presentaba sin darme tregua.  Las primeras horas, hasta Parque Holandés supusieron una batalla constante: mantener el ritmo, controlar la hidratación, bajar mi temperatura corporal –mojándome todo el cuerpo, y bajando a la costa para enfriarme la cabeza metiéndola en algún charco- ingerir algún alimento pese a las pocas ganas,  crema solar, vaselina para los rozaduras provocadas por el pantalón empapado,…ni un momento de desconcentración.

Llego a la rotonda de Parque Holandés, localizo el bar que hay allí, y dudo si parar mucho rato o repostar y seguir……veo una piscina, la decisión se vuelve clara!.
Después del descanso y de volver a una temperatura saludable, vuelvo a las andadas. Mi intención es acercarme hasta Caleta de Fuste. Pero la realidad es otra y decido parar en la playa que hay a la salida de Puerto del Rosario, junto al antiguo parador de turismo. 
Muy cansado, por la tirada de km (unos 110 desde que salí de Órzola a las doce de la noche).
Caminando como un hijo fruto de una relación entre Lina Morgan y Chiquito de la Calzada, logro darme un chapuzón y me caigo sobre la arena para esperar a Susana, que viene de camino con su furgo.

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